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22 de octubre de 2022

Ensayo de Ariel Van de Linde: Mención especial en los premios Jorge Luis Borges 2022

 

Borges y lo profético en Tlön


     «El mundo será Tlön», profetizó Jorge Luis Borges en el penúltimo renglón del famoso relato de la serie Ficciones. ¿Acaso esta profecía es el hoy, el presente, en que la ficción ha transformado la realidad? Me urge decir un paradigma elemental, la tecnología: los celulares, los ordenadores, eran parte de una ficción novelística o cinematográfica. Nadie en el orbe creía que esos instrumentos de fantasía pudiesen llegar a nuestra vida o la manera de codificar la existencia; sin embargo, están aquí. Nadie en su perfecto razonamiento y metodismo aseguraba que «los hrönir derivados del hrön de un hrön» pudiesen modificar el porvenir, la esperanza y la módica suma de materializar la imaginación. Esto sólo era posible en la literatura. Esa ficción fue interviniendo en la realidad, fue quebrando las puertas de la conciencia, del universo, hasta transformarla. Hoy, no podemos vivir sin esa tecnología, somos sus más fieles esclavos, una atroz metamorfosis terapéutica que burla y difama la naturaleza de la muerte sobre la vida. Creo que la pregunta está respondida. El siglo XXI es Tlön. El mundo ya es Tlön.
      Jorge Luis Borges ha sido, a mi juicio, el mejor lector que nos haya dado la historia de la humanidad. Un hombre que fue criado con un vasto paraíso de libros y conocimientos, que ha pasado por nosotros con la complejidad de un palimpsesto, lleno de serenidad y sonriente, sujetado a una calurosa erudición e intelectualidad que habría de forjar el puro goce del pensamiento, de la conciencia del mundo, de laberintos, sueños y espejos. Así lo afirma su literatura. Su mano cóncava toma una pluma y la apoya en una hoja para poder descifrar el universo, acaso porque lo ha visto en el decimonono escalón de un sótano. No en vano, dijo: «Para ser un buen escritor, primero hay que ser mil veces un buen lector».
     En la mayoría de sus cuentos, Borges quería que el lector fuese una especie de exégeta y no el capricho de un asperger. Lo que importa es leer y releer. No es lo que hay que entender, sino lo que hay que sentir; es decir, sentir una tormenta de paradojas, de interpretaciones, de contradicciones, de oxímoron, la ruptura de los órdenes lógicos… Estos ejercicios pueden practicarse con el cuento más arduo de su obra literaria: Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. En este tratado, Borges, ha trabajado con un nuevo método de escritura para que los escritores posteriores también lo apliquen en sus obras, un procedimiento que sería lo máximo a lo que pueda llegar un escritor. Consta de un texto donde se narra una historia verídica hasta que la ficción interviene en esa realidad y la transforma, usando todas las posibilidades del lenguaje. He podido hallar, después de varias lecturas, una de ellas (quizá la más ignorada por los literatos). La profética.
     Comenzaré por los orígenes de las palabras del título. Tlön es de origen escandinavo. Uqbar es de origen persa. Orbis Tertius es del latín, cuya traducción al español es «Tercer Mundo»; este nombre, es atribuido por el autor a una secta secreta (lo que hoy llamamos «élite») que plantea la idea de modificar el mundo a nivel cosmológico, eliminar la totalidad y cambiar las leyes a nivel metafísico donde no hay una concepción de objetos en el espacio, sino una serie de actos individuales: «Ser es percibir y ser percibido». El siglo XXI es una alegoría de Berkeley. Nuestro presente, que olvida el pasado hasta su desaparición y que el futuro no es sino una mera ilusión, se ha transformado en una constante percepción de la realidad.
     El cuento inicia una noche con la conjunción de un espejo y el descubrimiento de Uqbar. Data de una enciclopedia falazmente llamada The Anglo–American Cyclopaedia. Esa noche Bioy Casares había cenado con Borges y ambos se demoraron en la discusión sobre una novela que permitiera a unos pocos lectores, la adivinación de una realidad atroz o banal. Días después, Bioy le dijo a su amigo que uno de los heresiarcas de Uqbar declaró que «los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres». A todas luces, esa sentencia era memorable. Pero luego, debido a su apresurada modestia para justificar una frase, Bioy Casares recordó que la sentencia original era inferior a la pretérita: «Los espejos y la paternidad son abominables, porque lo multiplican y lo divulgan». Aunque distanciadas, literariamente una de otra, ambas frases las considero una profecía de advertencia. «Cópula» y «paternidad» son abominables, porque la multiplicación de los hombres es abominable para el planeta. Lo que divulga la élite en nuestra realidad es el control de natalidad, el aborto, la destrucción de las familias y la abolición de las líneas de sangre, para que el género humano no continúe dispersándose por toda la Tierra.
     En 1937, un conocido de Borges, Herbert Ashe, dejó olvidado en un bar un libro en octavo mayor que había recibido del Brasil. A los pocos días Ashe murió de un aneurisma. Borges encontró el libro y al hojearlo sintió un vértigo que no dirimía la historia de sus emociones, sino en Uqbar y Tlön y Orbis Tertius. El volumen tenía 1.001 páginas y se titulaba: A First Encyclopaedia of Tlön. Los inventores de Tlön fueron muchos, porque la hipótesis de un solo inventor fue descartada, pero que estaba dirigido por un oscuro hombre de genio. En la élite, hay un oscuro hombre de genio que ha inventado una pandemia patológica con el arbitrario subterfugio de detener la superpoblación y luego anunció públicamente la continuación de otra. Sus súbditos se encargaron de crear una nueva forma de control mental para que las masas se sometieran a su propósito sin cuestionar una sola atrocidad. ¿Cuál es el misterio? No lo sabremos, porque los misterios nunca son descifrados, aunque sí los enigmas.
   En esta enciclopedia se hallaría escrito que abundan individuos que dominan disciplinas diversas, pero no son capaces de invención. También niegan el espacio, todo es sucesivo y temporal en su acepción más vasta. No existen los sustantivos, sino verbos impersonales calificados por sufijos de valor adverbial. Por ejemplo, nos dice, no hay palabra que corresponda a la palabra «luna», pero hay un verbo que sería en español «lunecer» o «lunar». «Surgió la luna sobre el río» se dice hlör u fang axaxaxas mlö. Esta lengua me recuerda (y puedo asociarlo) con la «neolengua» de la novela 1984, de George Orwell, que impuesto a la realidad se asemeja al inefable Lenguaje Inclusivo, en donde los pronombres, artículos y sustantivos con las vocales «o» y «a» son reemplazados por la vocal «e». «Todos los alumnos» se interpola a la frase «Todes les alumnes». El fin y el fundamento sociopolítico sería reflejar la desigualdad de género para la lucha por la igualdad y la identidad de aquellos que se creen excluidos de los supuestos sistemas heteropatriarcal y protocapitalista, aunque dicho lenguaje no concibe fundamento lingüístico alguno, tampoco concibe la inclusión. Esto sería, que Tlön nos pone en duda la cuestión de la identidad.
     En la literatura de Tlön no existe el concepto de plagio, todos los autores son un solo autor. Las ficciones deben tener un argumento con todas las permutaciones en que no haya historias lineales, los derivados de una primera situación son los ejes posibles de un razonamiento especioso en el que hay muchas versiones variables en un número infinito de hallazgos. La metafísica y la teología son una rama de la literatura fantástica. La cultura clásica tiene una sola disciplina: la psicología. No está autorizado el uso de los verbos «encontrar» y «perder». En nuestra realidad, todo esto está sucediendo y prontamente lo último. A una persona de rasgos africanos se le está prohibido decirle «negro», porque fomenta el racismo y se considera un crimen de odio. Para erradicar esto de la sociedad, a esa persona debe decírsele «no blanco» o «piel inclarescente». Lo patético, es que su inventor ha ignorado el concepto de que los humanos somos una sola raza, solamente nos diferencia las etnias. Por otro lado, se han multiplicado los escritores y ninguno lo es; quien lo sea, habrá sido relegado del resto, salvo por la salvación de algún plagio. La psicología está en todas partes y en ninguna, a veces con la apariencia cognitiva de una irracionalidad autoayudística, desde la educación escolar, como en la domesticación de un animal, hasta la justificación de un crimen psiquiátrico. Sería como analizar que «por algo suceden las cosas» y no actuar para resolver el conjunto.
    El puro idealismo nos ha contaminado. El ejercicio de la teoría sofista nos ha sido impuesto en la realidad: «No hay una verdad, hay un discurso que conmueve y prevalece», como los discursos políticos y la aceptación fervorosa de sus militantes. No hay objetividad, la subjetividad rige y trasciende. La realidad objetiva sólo se caracteriza por la autopercepción. No hay totalidad, tampoco sentido. Como en Tlön, el efecto de causalidad está siendo progresivamente abolido. Por ejemplo, si en una esquina de la calle Gaona, en Ramos Mejía, un hombre es asesinado y a pocos metros se ve huir a su asesino, este acto es considerado «una mera asociación de ideas». El asesino obró por estar marginado de la sociedad; ergo, no hay razón para que debiera ser juzgado. El materialismo y la ciencia son escandalosos. Entramos en un estado mental del cual negamos toda proyección científica, para que fluyan concepciones contradictorias que estén de acuerdo a leyes inhumanas y así anular cualquier teoría de índole válida. He aquí, a nuestro planeta regirse por la postverdad e irracionalidad de ideas tlönistas.
    Tlön ha dejado de ser un laberinto, porque ya fue descifrado por los hombres. El enamoramiento de una ideología sectaria, está desintegrando literalmente nuestro mundo. El conjetural idioma primitivo de Tlön ha penetrado en nuestras escuelas y lentamente irán desapareciendo todos los idiomas como los conocemos. En cien años sólo se hablará una sola lengua. La biología y las matemáticas desaparecerán. Esta secta necesitó cien años para editar una enciclopedia, otros cien años para imponerla en la realidad y someter a la humanidad a la evidencia de un planeta ordenado. Hay quienes han dicho que Tlön comenzó con las redes sociales en Internet o que mínimamente era la aproximación de un espejo: «El mundo será Internet».
    Lo profético se ha cumplido. Estamos dentro de Tlön y las generaciones venideras morirán dentro de él. El humano, como Dios, también ha sido capaz de crear un mundo.
    Jorge Luis Borges declaró que en sus poemas y cuentos se encontrarían entre líneas, claves que fueron escritas únicamente para él y que no esperaba ningún entendimiento del público por sus obras. Creo que entre esas líneas siempre abundó lo profético, como lo hubo en Wells, Orwell, Huxley y en el poeta Willam Blake. Borges es la sustancia de que está hecho. Es el río que lo arrebata; es el tigre que lo destroza; es el fuego que lo consume, en un mundo que desgraciadamente es real. Borges desgraciadamente es Borges. Yo, su discípulo secreto, desgraciadamente, tuve que escribir este ensayo.



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